Después de dar a luz a mi hijo Nicolás un 2 de Noviembre del 2022, me llevaron a una habitación para poder esperar a mi bebe ahí. Toda la espera fue eterna. Llegó mi esposo y me dice que están estabilizando a nuestro hijo, que encontraron que tenía una atresia esofágica (el esófago no se terminó de unir al estómago), y que están sugiriendo una cirugía en otro hospital, a lo que dijimos que si inmediatamente sin pensarlo, fue en ese momento, que uno da todo lo que tiene y lo que no, por sus hijos…
Como siempre pedí por mi hijo por su salud, porque todo esté bien, oré para que Dios guíe a los doctores a encontrar una solución, sé que toda mi familia estaban orando a Dios por un milagro y que mi Nico se mejore.
Digo siempre, porque es así, siempre he agradecido a Dios por mi familia, mi matrimonio, mi vientre, y cuando he estado embarazada, siempre por el milagro de vida que he podido formar en mi matriz, no lo veo a Dios lejano ni distante, sino todo lo contrario, es mi PADRE CELESTIAL y yo soy su HIJA, esa relación íntima me hacía pedirle con muchísima fuerza por la vida y salud de mi hijo.
Pero a la vez como en cada eco, entregaba la vida de mi hijo en las manos de Dios, y esta vez no fue la excepción, más allá de lo que yo quería en ese momento era aceptar la voluntad de Dios en nuestras vidas, en ese cuarto de habitación, comencé a batallar y orar, derramando mi vida delante de El y pidiéndole que lo sane.
A cada minuto cambiaban el diagnóstico, ahora tenían que esperar al cardiólogo para ver la actividad cardíaca de mi hijo, ya que se ponía cianótico al pasar el tiempo (no lograba pasar oxígeno a su cuerpo), a lo que se realizaron un sin fin de exámenes, lo sedaron para que no sienta dolor, mientras yo estaba en esa habitación, orando, llorando, con dolor de la cirugía, por la anestesia tenía sueño, pero no podía descansar sabiendo que mi hijo estaba luchando por su vida.
A todo esto tengo que agradecer a mi esposo, puedo decir que los hombres de mi vida son y han sido valientes, mi esposo Eduardo, enfrentó todas las noticias, hablar con los doctores, cada diagnóstico diferente, tomar decisiones al segundo, y llegar a la habitación, calmado y contarme lo que estaba pasando…
Gracias mi amor, no me cansaré de agradecerte por estar siempre junto a nuestro hijo, por hablarle y no dejarle solo en ningún momento. A solas los dos en la habitación, llorábamos por nuestro hijo.
Hay circunstancias donde no puedes hacer NADA, y esta era una de ellas. Al llegar el cardiólogo, le realizaron más exámenes y determinaron que la fuerza del corazón no era la suficiente para poder mantenerlo con vida, en ese estado era imposible realizar alguna cirugía.
Por la actividad de su corazón, no tenía plaquetas, no podía cicatrizar ninguna herida… con ese diagnóstico, llegaron como 6 doctores a la habitación que me dijeron todo esto, con términos técnicos (mis clases de anatomía y la explicación de mi esposo ayudó para poder entender todo en ese momento). Fue muy duro escuchar que no pueden hacer NADA y que teníamos que esperar a que llegue a su sueño eterno, y nada mas.
En ese momento ningún doctor pudo verme a los ojos cuando les pregunte… «¿no pueden hacer nada entonces por la vida de mi hijo?»… fueron segundos de silencio en la habitación, y mi esposo me dijo que no, que no se podía hacer nada.
Al salir los doctores, llamamos a nuestra familia para contarles todo lo que estaba pasando, todos lloramos, con impotencia y a la vez con mucha fe sabiendo que Dios estaba al control de todo…hasta de esto…
Ni en mis peores pesadillas me hubiera imaginado todo esto. En ese momento solo pensé en estar junto a mi hijo, pedí que me lleven a UCI inmediatamente, al llegar solo quería verlo, cargarlo y que sepa que ya estaba con el. No pude en ese momento, nuestro hijo estaba con un millón de cables en su pequeño cuerpito, monitores, en una termo cuna. Pude hablarle, acariciarle, y sé que me escuchaba… estaba hermoso, grande, sus manitos… todo completito.
El ginecólogo, pediatra y cardiólogo estaban ahí, pendientes. Nos pidieron que vayamos a la habitación para que podamos descansar algo. A esa sugerencia lo escuchamos y fuimos, no pasaron ni 10 minutos y nos llamaron nuevamente.
Nuestro hijo se había ido…Pedí que le desconecten y lo abrazamos, lo besamos, lloramos, pudimos despedirnos. Devastados pudimos tener unos segundos de cordura, para entregarle a Dios la vida de nuestro hijo y pedirle de vuelta nuestros corazones para poder seguir viviendo.
Así tenemos la certeza de que está en el cielo y lo volveremos a ver…
Te amamos hijo.