¿Cómo vivir el duelo?

Nadie te prepara para una noticia tan devastadora, tu hijo/hija no va a poder vivir. Durante estos meses, he pasado por todas las «etapas» que dicen que tienes que atravesar durante el duelo, no hay un manual o una guía establecida para poder hacerlo.

Como madre de mi hijo Nicolás, no hay un solo día que no hable de el, o me acuerde de su corta estadía conmigo, y cada recuerdo es diferente, no puedo detallar todos los pensamientos que tengo de el, pero si sé que cada día puedo recordarlo con mas serenidad, con amor, con nostalgia, nada va a cambiar mi realidad tengo un hijo en el cielo.

A pesar de todas las circunstancias que me tocó vivir desde salir del hospital sin mi hijo, tener que organizar nuevamente todo el cuarto y retirar cada cosa, cuna, cobijas, pañales, ropa que era de mi hijo Nicolás, y comenzar a  tener conciencia de cuidar de mi cuerpo, aprender a hacer un horario para hacer lo básico como bañarme o arreglar la casa. Han sido escalones gigantes que antes lo daba por sentado… definitivamente estoy aprendiendo a vivir día a día con recuerdos y no con su presencia.

Dentro de este proceso he podido leer un montón del tema, y entender que tengo que seguir, avanzar a mi manera por su puesto pero mirando siempre adelante, entendiendo que todos continúan con sus vidas, la mía también avanza pero un poco más lento.

Todo paso que doy lo pienso mil veces, y dentro de mí existe un pequeño temor de que todo lo que he podido avanzar se desmorone y empiece de cero. Está claro que todas tenemos temores por decisiones que tomamos a diario, y esto lo comenté con mi psicóloga y lo que me dijo me estremeció demasiado, «tu no te ves como realmente eres, eres más fuerte de lo que te imaginas», esas palabras me asombraron y me retaron, a ver mi nueva imagen, a valorarme más.

Estoy aprendiendo a vivir mi nueva realidad, no la quería de esta manera pero día a día aprendo lo fuerte que soy.

Lo que estoy haciendo para vivir este duelo:

  • Tomarme tiempo para sentir.
  • Encontrar formas sanas de descargar el estrés.
  • Dar sentido a la pérdida.
  • Confiar en los demás.
  • Dejar a un lado la necesidad de controlar a los demás.
  • Ritualizar la pérdida de un modo que tenga sentido para nosotros.
  • No resistirme al cambio.
  • Cosechar el fruto de la pérdida.
  • Centrarme en mis propias convicciones religiosas.

«Quería un final feliz. Ahora he aprendido de la manera más dura, que algunos poemas no riman y algunas historias no tienen un claro inicio, desarrollo y final».

– Gilda Radner 

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